La competencia entre grandes potencias del siglo XXI ya no se libra en campos de batalla ni en mercados petroleros; ahora se desarrolla dentro de los microscópicos circuitos de semiconductores. Estos componentes, antes considerados la columna vertebral invisible de la electrónica de consumo, se han convertido en la primera línea de la actual división geopolítica global. Lo que comenzó como una disputa comercial impulsada por aranceles se ha convertido en algo mucho más serio: una guerra tecnológica a gran escala centrada en un componente diminuto en tamaño pero de inmenso valor estratégico: el chip semiconductor. Como dice el refrán, «Quien controla los chips controla el mundo». Controlar aquí significa tener las llaves del futuro de la inteligencia artificial, la computación cuántica, las cadenas de suministro globales y el armamento avanzado. Desde los controles remotos de la televisión hasta los satélites, los chips de silicio están en todas partes.
El problema es que Washington considera el auge tecnológico de China una amenaza existencial para la posición de Estados Unidos, mientras que Pekín ve los aranceles estadounidenses como un intento de frenar su ascenso antes de que comience. Cada prohibición de exportaciones, cada programa de subsidios y cada restricción del mercado repercute ahora en todo el mundo, arrastrando a aliados y rivales por igual a la carrera por los semiconductores. No se trata de simples disputas comerciales, sino de una compleja lucha que determinará quién liderará el próximo orden global: Estados Unidos con su dominio tecnológico o China con su ambición de autosuficiencia. Lo que está en juego es más importante que nunca: nada menos que el control del propio poder global.
Esta rivalidad comenzó con los aranceles en 2018, después de que Washington acusara a Pekín de robo de propiedad intelectual y prácticas comerciales desleales. Estas acusaciones desencadenaron una guerra comercial que sacudió los mercados globales, transformándose finalmente en un conflicto más estratégico: la guerra de los semiconductores. La visión de China está marcada por lo que denomina el "Siglo de la Humillación", considerando la presión extranjera como un nuevo intento de mantenerla tecnológicamente atrasada, convirtiendo la fabricación de chips en un objetivo político y un fin estratégico.
Taiwán añade otra capa de tensión. La isla produce la mayoría de los semiconductores avanzados del mundo y alberga a TSMC, lo que la convierte tanto en un activo estratégico como en un posible foco de tensión. Estados Unidos afirma apoyar a Taiwán para preservar su ventaja tecnológica, mientras que los objetivos de China van mucho más allá: la reunificación y romper el control estadounidense. Por lo tanto, la "guerra del silicio" está vinculada a algunos de los focos de tensión geopolíticos más peligrosos del mundo. Los chips ya no son solo componentes, sino instrumentos de poder. Estados Unidos y China ya no compiten simplemente; están enfrascados en una guerra sin bombas ni misiles, que se libra a través de cadenas de suministro y microcircuitos.
Lo que hace única a la industria de los chips es que ningún país puede controlar por sí solo todo el proceso. Estados Unidos lidera el diseño y el software; Taiwán y Corea del Sur dominan la fabricación avanzada; los Países Bajos suministran equipos esenciales de litografía; Japón proporciona materiales especializados. China se queda atrás en los segmentos más avanzados. Cualquier perturbación en Estados Unidos o Taiwán puede paralizar industrias enteras, convirtiendo a los semiconductores en uno de los cuellos de botella geopolíticos más importantes del mundo. Y las implicaciones van mucho más allá de lo económico: los chips impulsan drones, misiles hipersónicos y armas bélicas modernas. El objetivo estratégico de Estados Unidos es claro: aislar a China de las tecnologías más avanzadas para preservar su dominio.
La realidad es cruda: la próxima guerra global podría no librarse con tanques ni armas nucleares, sino con semiconductores. Quien gane la guerra de los chips no solo controlará la tecnología, sino también las reglas del nuevo orden global. El silicio se considera ahora el nuevo petróleo, el nuevo acero e incluso la nueva pólvora del siglo XXI.
Estados Unidos considera la guerra de chips como la puerta de entrada al poder en este siglo, razón por la cual los semiconductores han pasado del ámbito comercial al estratégico. Ya no se consideran bienes de consumo, sino armas de influencia. Washington quiere preservar su estatus como única superpotencia mundial, y en la era digital, los semiconductores son su arma más afilada. Su estrategia tiene dos vías: frenar el progreso tecnológico de China y construir una fortaleza de aliados para defender el liderazgo estadounidense. Esto incluye prohibir empresas como Huawei y SMIC, incluir en la lista negra a las empresas tecnológicas chinas y restringir los equipos avanzados de litografía EUV y DUV.
La Ley CHIPS y Ciencia de 2022 —más de 50 000 millones de dólares en subsidios— subraya que el silicio es ahora una cuestión de seguridad nacional, no económica. Más importante aún, Estados Unidos ha logrado atraer a sus aliados —Japón, Países Bajos, Corea del Sur y Taiwán— a esta alianza del silicio, utilizándolos para imponer sus políticas. La decisión de TSMC de construir fábricas en Arizona no es solo una medida económica: es un paso geopolítico para consolidar la influencia estadounidense en la fabricación de chips avanzados.
Los realistas argumentan que esta alianza no es cooperación, sino una alineación para la supervivencia. Estados Unidos está trazando nuevas líneas de la guerra fría para decidir quién lidera y quién sigue. Convertir los semiconductores en un arma va mucho más allá de la competencia en el libre mercado; se trata de proteger el dominio en un sistema donde la tecnología es la cuchilla más afilada. Estados Unidos quiere evitar que China logre la paridad; China, por otro lado, ve cada prohibición o sanción estadounidense como un capítulo más en una larga historia de humillación. Para Pekín, los semiconductores son la base de la supervivencia nacional. "Hecho en China 2025" y los masivos subsidios estatales son parte de esa misión. China está invirtiendo miles de millones en silicio (investigación, diseño y fabricación) y reclutando ingenieros en todo el mundo para lograr un objetivo: romper con la dependencia de Occidente.
Sin embargo, China sigue atrapada en lo que los realistas llaman la "trampa de la dependencia tecnológica". Puede diseñar chips, pero aún depende de la litografía holandesa, la fabricación taiwanesa y las herramientas de software estadounidenses. China está escalando una montaña tecnológica mientras Estados Unidos sigue bajando los escalones. Para Pekín, romper el control estadounidense sobre la tecnología es la esencia del resurgimiento nacional. Para Xi Jinping, los semiconductores no son solo motores económicos, sino instrumentos de soberanía. En un mundo donde la tecnología es un campo de batalla, perder la guerra de los chips significaría un nuevo "siglo de humillación", mientras que aceptar la paridad china significaría que Estados Unidos renunciara a su liderazgo global. Ninguno de los dos resultados es aceptable. Se trata de una lucha existencial, no de una rivalidad económica.
El conflicto ya no se limita a Estados Unidos y China, sino que está transformando todo el orden mundial. Están surgiendo dos mundos tecnológicos: uno basado en chips estadounidenses y cadenas de suministro occidentales, y el otro alineado con el ecosistema de rápido crecimiento de China. Los aliados se encuentran atrapados en el medio. Taiwán, que produce el 90 % de los chips más avanzados del mundo, reviste ahora una enorme importancia estratégica y un potencial detonante de conflicto. Corea del Sur se encuentra en una encrucijada entre su alianza de seguridad con Washington y su mayor mercado de exportación, China. Los Países Bajos han visto cómo su industria se ha convertido en una herramienta de la estrategia estadounidense tras ser presionados para impedir que ASML venda equipos de litografía avanzados a China. La UE, reticente a tomar partido, está invirtiendo miles de millones en la construcción de su propio sector de chips, sin querer quedarse atrás en un mundo donde la tecnología es la nueva arma nuclear.
Pero la economía global pagará un alto precio. Dividir las cadenas de suministro implica mayores costos, fábricas redundantes y una innovación más lenta. Los países en desarrollo se verán obligados a optar por uno u otro bando, una alineación impuesta por una guerra que no iniciaron. La economía global permanecerá inestable durante años.
Los realistas dirán que esta evolución es natural en la rivalidad entre grandes potencias, pero lo que está en juego es mucho más peligroso. Si el siglo XX fue la era de las "guerras del petróleo", el siglo XXI será la era de las "guerras del silicio". La diferencia radica en que el petróleo se encontraba en muchos lugares, pero los chips dependen de unos pocos cuellos de botella, lo que hace que la economía global sea frágil y extremadamente vulnerable a los conflictos. La guerra de los semiconductores no es solo económica; es una bomba de relojería geopolítica.
Conclusión:
La rivalidad en el mercado de semiconductores no es una confrontación tradicional entre ejércitos, sino una batalla mucho más compleja, entrelazada con los pilares de la economía global. Cada restricción estadounidense refuerza la determinación de China; cada impulso chino hacia la autosuficiencia agudiza el temor de Washington a perder su dominio, creando un ciclo de escalada sin fin. Esta competencia no puede resolverse mediante la diplomacia ni compromisos, como en disputas comerciales anteriores, porque la tecnología se ha convertido en la esencia del poder. Sin embargo, al buscar el dominio, tanto Washington como Pekín podrían acabar debilitando el propio sistema global del que dependen sus economías.
La historia recordará la “guerra fría del silicio” del siglo XXI no como una era de innovación, sino como una fuerza que desmanteló el orden mundial.
Los precios del paladio cayeron el martes a pesar de un dólar más débil y de las crecientes expectativas de que la Reserva Federal recortará las tasas de interés en la reunión del próximo mes.
UBS elevó sus previsiones del precio del paladio en 50 dólares la onza en todos los horizontes temporales, citando expectativas de que el mercado permanecerá con un ligero déficit de oferta durante el próximo año.
El banco señaló que el sentimiento del mercado de opciones hacia el paladio sigue siendo ligeramente positivo, aunque se ha acercado a lo neutral en comparación con principios de año.
La volatilidad implícita entre las opciones de compra y venta a uno y seis meses se sitúa actualmente entre el 1,8% y el 2,4%, por debajo de los picos del 3,4% al 9,1% alcanzados a principios de año.
UBS agregó que el aumento anterior del optimismo (desde principios de noviembre de 2024 hasta fines de enero de 2025) fue impulsado en gran medida por las preocupaciones sobre posibles nuevas sanciones dirigidas a las exportaciones rusas de paladio.
Rusia representa aproximadamente el 40% del suministro mundial de mineral extraído, pero como el metal ruso sigue fluyendo hacia los mercados internacionales, las preocupaciones sobre interrupciones del suministro han disminuido.
La volatilidad de los precios a corto plazo dependerá en gran medida del resultado de la investigación del Departamento de Comercio de EE. UU. sobre minerales críticos, conforme a la Sección 232, así como de una solicitud antidumping presentada por la minera Sibanye y el sindicato United Steelworkers. Los participantes del mercado esperan la decisión del gobierno sobre la imposición de aranceles a las importaciones de paladio.
A pesar de haber elevado su precio objetivo, UBS afirmó que ve un mayor potencial alcista en otros metales preciosos que en el paladio, aun cuando se espera que el mercado del paladio se mantenga en un ligero déficit hasta 2026.
Mientras tanto, el índice del dólar estadounidense cayó un 0,4% a 99,7 puntos a las 15:42 GMT, después de cotizar entre 100,2 y 99,7.
En los futuros, el paladio para entrega en diciembre cayó un 0,8% a 1.393,5 dólares la onza a las 15:43 GMT.
Bitcoin subió el martes, extendiendo su rebote de las pérdidas recientes a medida que se fortalecieron las expectativas de un posible recorte de tasas de la Fed en diciembre, lo que ayudó a elevar los activos sensibles al riesgo.
Aun así, el rally parecía estar perdiendo impulso, y los inversores se mantuvieron muy cautelosos con respecto al mercado de criptomonedas después de las fuertes caídas observadas durante octubre y principios de noviembre.
Las altcoins registraron mayores ganancias el martes, pero también se están recuperando de las fuertes pérdidas del último mes.
Bitcoin subió un 0,8% a 88.187,9 dólares a las 12:43 am ET (05:43 GMT).
Bitcoin se beneficia de las renovadas apuestas de recorte de diciembre
El repunte desde un mínimo de siete meses se debió principalmente a la reactivación de las expectativas de que la Reserva Federal pudiera recortar las tasas en diciembre. Al menos dos funcionarios de la Fed manifestaron su apoyo a dicha medida, lo que contribuyó a modificar los precios del mercado.
Los mercados de futuros ahora asignan una probabilidad del 77,2% a un recorte de 25 puntos básicos en la reunión del 9 y 10 de diciembre, frente a sólo el 41,8% de la semana anterior, según la herramienta FedWatch de CME.
Este cambio desencadenó un amplio repunte en los activos de riesgo, y las criptomonedas se sumaron al repunte, aunque sus ganancias quedaron rezagadas respecto a la fuerte recuperación de la renta variable, en particular las tecnológicas. Si bien las criptomonedas suelen cotizar en paralelo con la tecnología, han comenzado a desvincularse de dicha correlación desde principios de octubre.
Los precios de las criptomonedas han mantenido una prolongada tendencia bajista desde el mes pasado, presionados por diversos factores. Los inversores minoristas se mantuvieron cautelosos tras el desplome repentino de octubre, mientras que las entradas institucionales se redujeron notablemente, con los ETF de Bitcoin que cotizan en EE. UU. registrando cinco semanas consecutivas de salidas.
Los mercados ahora esperan una serie de próximos comunicados económicos de EE. UU. en busca de pistas antes de la reunión de la Fed de diciembre. La inflación de precios al productor y las ventas minoristas de septiembre se publicarán más tarde el martes, mientras que el indicador de inflación preferido de la Fed, el índice PCE básico, se conocerá el jueves.
Precios de las criptomonedas hoy: las altcoins lideran el repunte
Los activos criptográficos más amplios tuvieron un desempeño levemente mejor que Bitcoin el martes, con una búsqueda selectiva de ofertas entre los nombres golpeados.
Ether subió un 3,2% a 2.928,08 dólares, mientras que Ripple (XRP) subió un 8,7% a 2,2523 dólares.
Los precios del petróleo cayeron el martes debido a que las preocupaciones sobre un suministro abundante superaron las preocupaciones por las continuas sanciones a los envíos rusos, mientras que las conversaciones de paz destinadas a poner fin a la guerra en Ucrania no mostraron avances.
El crudo Brent cayó 33 centavos, o un 0,5%, a 63,04 dólares por barril a las 11:46 GMT. El West Texas Intermediate estadounidense bajó 32 centavos, o un 0,5%, a 58,52 dólares.
Ambos índices de referencia habían ganado un 1,3% el lunes, después de que las crecientes dudas sobre alcanzar un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania aumentaran las expectativas de que persistirían los flujos restringidos de crudo y combustible rusos sancionados.
A pesar de la ansiedad del mercado por los envíos rusos, las proyecciones más amplias de oferta y demanda para 2026 apuntan a un mercado con mayor exceso de oferta, y múltiples pronósticos sugieren que el crecimiento de la oferta superará la demanda el próximo año.
Priyanka Sachdeva, analista senior de mercado de Phillip Nova, dijo en una nota del martes: “En el corto plazo, el principal riesgo radica en el exceso de oferta, y los niveles de precios actuales parecen vulnerables a la presión”.
En medio de nuevas sanciones dirigidas a la empresa estatal rusa Rosneft y al productor privado Lukoil, junto con reglas que prohíben que los productos refinados hechos de crudo ruso ingresen a Europa, algunas refinerías indias, incluida la refinería privada Reliance, han reducido las compras de petróleo ruso.
Ante la escasez de compradores alternativos, Rusia busca ampliar sus envíos a China. El viceprimer ministro Alexander Novak declaró el martes que Moscú y Pekín están negociando maneras de aumentar las exportaciones de petróleo ruso a China.
Giovanni Staunovo, analista de UBS, señaló: “Los participantes del mercado todavía están evaluando si las últimas sanciones europeas y estadounidenses afectarán significativamente las exportaciones de petróleo de Rusia”.
Aun así, los analistas se centran principalmente en el riesgo de desequilibrios más amplios entre la oferta y la demanda. Deutsche Bank proyectó un superávit de al menos dos millones de barriles diarios en 2026, sin una trayectoria clara de retorno al déficit antes de 2027, según un informe publicado el lunes.
“La trayectoria hacia 2026 sigue inclinada a la baja”, afirmó el analista Michael Shoh.
Las expectativas de un mercado más débil el próximo año siguen superando el efecto favorable del estancamiento de las negociaciones de paz, que previamente habían contribuido a la estabilización de los precios. Un acuerdo de paz podría, en última instancia, levantar las sanciones a Moscú, lo que podría liberar al mercado grandes volúmenes de una oferta previamente limitada.
Sin embargo, el petróleo sigue encontrando cierto respaldo en las crecientes expectativas de que la Reserva Federal recortará las tasas de interés en su reunión de política del 9 y 10 de diciembre, después de que varios funcionarios de la Fed señalaron su apertura a una flexibilización.
Un recorte de tasas podría estimular la actividad económica y fortalecer la demanda de petróleo.
“Las preocupaciones por el exceso de oferta están llevando al mercado en una dirección, mientras que las esperanzas de una demanda más fuerte impulsada por la flexibilización monetaria lo están llevando en la otra”, dijo Sachdeva.